Cuando tratar a la Torá como "divina" también es idolatría


“Esta es la Torá, que por orden de Dios entregó Moisés a los hijos de Israel”. Esta exclamación se recita todos los sábados en el servicio de lectura de la Torá en la sinagoga, después de la lectura de la Parashá (porción del Pentateuco). La pronuncia el Jatán Torá (la persona a la que le haya correspondido leer ese sábado), levantando el Sefer Torá.

En el Judaísmo Liberal reconocemos a la Torá, no sólo como un libro sagrado, sino también como la Constitución Nacional del Pueblo Judío… pero a diferencia de la Ortodoxia, no la reconocemos como un libro divino. La razón es porque, gracias a las investigaciones y descubrimientos de Arqueología y Literatura Bíblica, y a través del método histórico-crítico, hemos podido determinar con precisión científica, que la Biblia es como su propio nombre lo dice: una colección de libros escritos por cientos de personas durante 1400 años.

En el caso de la Torá en concreto, Jumásh o Pentateuco, éste no fue revelado “de un solo jalón” a la Humanidad como la Ortodoxia cree. Lo que hizo Ezra/Esdras en el siglo IV a.e.c., fue unificar las cuatro tradiciones de la Torá que ya existían entre los antiguos israelitas[1]:

1. La Tradición Yahvista. Es la tradición hebrea autóctona, de los hebreos primitivos del desierto. Dios es llamado Yahvéh en hebreo antiguo (Yehováh en hebreo moderno), es decir: el Dios que fue, es y será. Es el Dios que no tiene nombre propio – al contrario de todas las demás deidades –. Es el Dios que camina con Su Pueblo, que incluso combate junto con su Pueblo. Es el Dios guerrero, el Ish Miljamáh (Varón de Guerra) del que habla Maryam la hermana de Moshé Rabenu en su cántico (Sh’mót/Éxodo 15,3).

Todos los relatos de la Torá que hagan relación a las guerras de Dios, al desierto, a las leyes de Pésaj, son de la Tradición Yahvista.

2. La Tradición Elohista. Es la tradición de los cananeos adheridos a Am Israel, que vivían en el norte (lo que hoy es Galíl o Galilea); así que toda su experiencia de Dios estaba íntimamente relacionada con la fertilidad de la tierra y las lluvias. Dios es llamado Elohím (vocablo que significa simplemente “Dios” y no “dioses” como falsamente han afirmado algunos que nunca han estudiado gramática hebraica), que significa “el Ser Supremo”. Dios manifiesta Su amor y bondad otorgando provisión: grano, vino y aceite, y pastos para el ganado.

Todos los relatos de la Torá relacionados con las lluvias, el cultivo de la tierra (como por ejemplo, la segunda parte de la Sh’má que está el D’varím/Deuteronomio 11,13-21), los mandamientos relacionados con lo agrícola (tales como las primicias de las cosechas), pertenecen a la Tradición Elohísta.

3. La Tradición Sacerdotal. Es la versión de la Torá de los Cohaním (sacerdotes levitas). Dios es llamado Kadósh, el Santo. Si Dios es Santo, Israel también debe serlo (Vayikrá/Levítico 11,44 y 19,2). El término kadósh no habla de perfección, sino de “ser separado de” o también “ser separado para”. Así que todos los relatos de la Torá relacionados con el culto, el sacerdocio, los ritos de purificación y las leyes de pureza, e incluso todo lo que esté relacionado con el Shabat y su santidad (por ejemplo, Bereshit/Génesis 1,1 – 2,3), pertenecen a la Tradición Sacerdotal.

4. La Tradición Deuteronomista. Es la versión jurídica de la Torá. Aquí Dios es llamado Tzadík (el justo), por lo tanto en Am Israel debe imperar tzédek (justicia). Todos los relatos de la Torá que señalan normas de convivencia, aplicación de sanciones a los que transgreden la Ley, todo lo que tenga que ver con verdad, justicia, reparación y garantías de no-repetición, pertenecen a la Tradición Deuteronomista.

Israel Rocha, en su libro Judaísmo Progresista o Liberal, cita al rabino británico John Rayner en los siguientes términos:

Para el judaísmo ortodoxo es una blasfemia afirmar que el texto bíblico no es la palabra exacta de Dios. Para el judaísmo liberal es igualmente blasfemo atribuir a un Dios bueno y compasivo palabras violentas, expresiones de un carácter humano vengativo[2].

Y aquí viene la esencia del asunto. Si la Torá es la confesión de fe de diversas comunidades israelitas unidas por la misma experiencia de Dios, es inconcebible para el Judaísmo Liberal e Independiente que sea la Voluntad de Dios la opresión, el maltrato o incluso, el derramamiento de sangre humana, aún en Su Nombre. Tales normas antiguas no pueden venir en ninguna manera de la Palabra ni de la Voluntad Divina, sino que son más bien lecturas socio-históricas de fe y justicia social, propias del contexto y la cultura israelita en el Medio Oriente de los siglos XV al V a.e.c.

Es importante aclarar esto, porque si vamos a hablar de Avodá Zará (idolatría), y Dios Bendito es enfático en señalar que no quiere que nadie ni NADA obstaculice nuestra relación individual y colectiva con Él, entonces hay que denunciar que en muchas comunidades se ha incurrido – inconsciente o deliberadamente – en idolatría, al totemizar o endiosar la Biblia.

Todas las personas y comunidades religiosas extremistas, fundamentalistas o radicales, han caído sin excepción alguna en esta trampa. Se han sacado textos bíblicos de su contexto, y así se ha hallado un pretexto para justificar crímenes de lesa humanidad, sacralizaciones de delitos o de regímenes políticos corruptos, de genocidios, y de un sinnúmero de injusticias sociales, todo con justificación en algunas citas bíblicas, todo legitimado en la “Palabra de Dios”.

El Judaísmo Liberal e Independiente reconoce las Sagradas Escrituras como “Palabra de Dios” en tanto ésta hable en favor de la vida y la dignidad humana individual y colectiva; es Palabra de Dios en tanto ésta no se ponga del lado de los opresores que siempre ostentan y monopolizan el poder político, económico y social; reconocemos la Biblia como Palabra de Dios en tanto ésta dignifique y ratifique el estatus de Hijas e Hijos de Dios de los pobres, de los oprimidos, de los discriminados, de los excluidos, de los marginados de la sociedad, y de los perseguidos por causa de la justicia.

Rechazamos enérgicamente la totemización de la Torá y cualquier clase de delitos cometidos en nombre de las Sagradas Escrituras o con justificación en ellas; y advertimos que rendirle al Sefer Torá un trato más allá de lo litúrgico, a la vez que se pisotea la dignidad humana en nombre de la Torá, o anteponiendo el Sefer Torá por encima de la vida y la dignidad humana, es incurrir en Avodá Zará (idolatría).

Hay que desconfiar de todo aquel que, empuñando una Biblia en sus manos y declarando tergiversadas lecturas e interpretaciones de la Sagrada Escrituras presentándolas como “Palabra de Dios”, coacciona o manipula psicológicamente a las personas para que ejerzan cualquier manifestación de violencia (sea ésta verbal, física, gestual o simbólica), o para que apoyen activa o pasivamente cualquier injusticia social y cualquier atropello a la vida y a la dignidad humana, 

Tenemos la certeza de que el Dios de Israel, el Dios de la Vida, no demanda que se disponga de la vida y la dignidad de nadie con el fin de “agradarle”. Dios mismo lo insistió por boca de los profetas: “misericordia quiero, no sacrificios”.

Así que la próxima vez que estudies Torá, no te preguntes: “qué dice la Torá?”, sino más bien haz mejor esta pregunta: “qué quiso decirle a Dios al Pueblo que recibió la Torá? Qué quiere decir la Torá cuando dice…? Y cómo puedo yo aplicar esta enseñanza de la Torá sin lastimar a nadie?”.

Solamente a partir de ese momento, ahí sí podrás experimentar la Torá como verdadera Palabra de Dios. Todo lo demás que se salga de ese estándar, no son más que caprichos egoístas y arrogancias de humanos, buscando una excusa “divina” para justificar, legitimar y hasta sacralizar sus aberraciones.




[1]  Para profundizar el estudio de las tradiciones literarias de la Torá, véase CHARPENTIER, Etienne. Para Leer el Antiguo Testamento. Estella, Navarra (España): Verbo Divino 1993. Click aquí para descargar el libro.

[2]  ROCHA, Israel. Judaísmo progresista o liberal [en línea], [consultado el 17 de febrero de 2013], en Internet: http://www.slideshare.net/IsraelRocha/el-judaismo-liberal  , p. 9.


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