El divorcio en el Judaísmo Liberal: una solución de paz y para la paz


Vamos a hacer dos aclaraciones antes de entrar en materia:

Primero: este artículo es exclusivo para quienes quieran saber cómo se resuelven los asuntos de divorcio según la tradición del Judaísmo Liberal e Independiente. Quienes no son judíos no deben asumir estas cuestiones, y deben resolver sus asuntos conforme lo dictaminan sus respectivas tradiciones religiosas.

Segundo: todo matrimonio celebrado por jupá, es decir, que fue celebrado según la costumbre del Pueblo Judío, sólo puede ser disuelto según la Ley Judía. Los procedimientos y consideraciones del divorcio pueden variar según la corriente de observancia en que se milite. Así que para quienes no pertenecen al Judaísmo Liberal, este artículo no va a serles de mucha ayuda, por lo que deben consultar con su propio rabino el procedimiento a seguir.

El Divorcio Según la Torá

A menos que se trate de una persona inmadura, pervertida o caza-fortunas, nadie se casa con el pensamiento de que más adelante se divorciará. No! Nos casamos con el sueño y la esperanza de que ese amor, con el cual hemos fundado una familia, dure para siempre. De hecho, para quienes hacemos parte del Pueblo Judío, el divorcio es una tragedia, es una experiencia muy dolorosa, porque el Talmud dice que “cuando alguien se divorcia de la mujer de su juventud, el altar de Dios derrama lágrimas” (Sanedrín 22a; Guitin 90b).

Otra cosa que debemos tener bien en claro, es que nadie se casa no queriendo ser feliz. Lo ideal en el matrimonio es que nos casemos para hacernos felices el uno al otro, de eso se trata realmente esto; pero no siempre sucede así, por lo que el matrimonio termina convirtiéndose en un mártir-monio!! Sólo gente con poco o nada de amor propio mantendría un muy mal matrimonio por años, y hasta décadas! a pesar de que ya no haya amor, ni respeto, ni cariño, ni solidaridad; generalmente esto ocurre cuando se busca guardar las apariencias ante la sociedad, o cuando hay intereses financieros o de poder detrás de una unión matrimonial.

No siempre las cosas funcionan; hay conflictos de conflictos en la vida matrimonial, la convivencia es molesta a veces. Alguien dijo una vez: “recién casados: ténganse paciencia porque el primer año de matrimonio es difícil, y los demás años son imposibles!”.

Y hay veces en que las cosas simplemente son insostenibles, y aunque se recurra a ayuda externa (psicólogo de familia, encuentros de parejas, líderes religiosos consejeros, aumento de salidas y paseos a solas por parte de la pareja, etc.), la vida matrimonial tiende a convertirse en un infierno.

Aun así, para el Judaísmo en general, el divorcio sólo es una solución final, jamás la primera opción ni el Plan B; el trabajo de los rabinos en este caso consiste en ayudar a los esposos a explorar todas las posibilidades de reconciliación necesarias para restablecer la shalom bayit (la paz del hogar).

Y hay veces en que las cosas se salen de control, se llega a manipulaciones abusivas y a las agresiones entre los esposos, y en algunos casos hasta atentar el uno contra la vida del otro. En estos casos, cuando ya hay violencia intrafamiliar, y para preservar la vida y la integridad del afectado, el divorcio debe ser gestionado lo más rápido posible antes de que suceda una tragedia de la cual todas y todos nos tengamos que lamentar por no haber actuado a tiempo.

El Judaísmo en general se diferencia de otras religiones en cuanto a que no satanizamos el divorcio ni tampoco lo vemos como algo contrario a la Voluntad de Dios; prueba irrefutable de ello, es que el divorcio está establecido en la Torá: “Cuando un hombre tome una mujer para esposa y luego ella no halle gracia a sus ojos por haber hallado en ella algo indebido, le escribirá un rollo de divorcio que le entregará en su mano y luego la despedirá de su casa. Y cuando ella se haya ido de la casa, podrá ser mujer de otro hombre, pero si este llegue a repudiarla y también le escriba una carta de divorcio y la expulse de su casa, o bien si el segundo marido muere, el primer marido que la había despedido no podrá tomarla nuevamente por mujer, ya que fue repudiada, eso sería abominación para El Señor y no debes contaminar la tierra que El Señor Tu Dios te dio por heredad” (D’varím/Deuteronomio 24,1-4).

Causales de Divorcio ante el Judaísmo Liberal e Independiente


Antiguamente el divorcio sólo era efectivo cuando el varón entregaba un documento de divorcio a la mujer, en el que certificaba que esa mujer ya era libre y que podía casarse con otro varón de su preferencia. La Mishná en el tratado Ketubót describe algunas normas respecto a este procedimiento, tales como la manera como se debe romper la Ketubá, el contenido del Get o Acta de Divorcio, y algunas causales de divorcio.

Recuerdan ustedes la película Get: El Divorcio de Vivian Amsalem? Es la historia de una mujer judía a la que se le niega por años el divorcio, porque su marido, que ya no la ama, le niega el Get. La pobre tiene que comparecer en medio de múltiples humillaciones ante el Bet Din (Tribunal Rabínico), que de manera corrupta no hace otra cosa que embolatarle el divorcio mediante falacias halájicas. La condición de agunáh (encadenada) para una mujer que no recibió el Get, y por lo cual ni puede separarse de su marido pero tampoco se puede volver a casar, es considerada por el Judaísmo Liberal e Independiente una abusiva forma de esclavitud, de humillación y de opresión de un judío sobre otro judío.

Es por eso que, en el Judaísmo Liberal e Independiente, no se requiere de tramitar un Get, así como tampoco de la presentación del caso ante ningún Bet Din para gestionar un divorcio judío. Tanto el varón como la mujer son soberanos e independientes en sus decisiones y no debe existir ninguna clase de trabas halájicas que les impida hacer lo éticamente correcto.

Así pues, nuestras causales halájicas para gestionar inmediatamente un divorcio, y sobre las cuales no puede haber posibilidad alguna de negociación (en especial si la parte afectada no tiene interés alguno en reconciliarse con la parte transgresora), son las siguientes:

* Por adulterio o infidelidad matrimonial (Sh’mót/Éxodo 20,10).

* Por inasistencia alimentaria, de vestuario y del deber conyugal (Sh’mót/Éxodo 21,10).

* Por incurrir en cualquier acto de violencia física, verbal, psicológica, moral, gestual o simbólica contra la pareja, pues toda forma de violencia es una deshonra contra la pareja (Mishná, Guitín 9:10). Una máxima rabínica sentencia: "no es costumbre de Israel golpear a sus mujeres". En el Judaísmo en general, es una mitzvá que los casados se divorcien cuando la vida en común les resulta indudablemente perjudicial para su salud y bienestar físico, emocional o espiritual (B. Eruvin 41b). Muchas personas aman con romántica locura a sus parejas, pero no las respetan; te recomendamos hacer click aquí para leer este interesante artículo del rabino Benjamin Blech acerca de “La Diferencia entre Amor y Respeto”. El control obsesivo sobre la pareja es violencia psicológica. Los celos también cuentan como violencia tanto verbal como psicológica, pues ya se demostró que es un trastorno emocional de quien los sufre. Quien dice que te ama pero no te respeta, ni te valora, sencillamente no te merece; punto.

* El trato indiferente, descortés, frío, parco y tosco, se cuenta también como violencia intrafamiliar y es causal de divorcio; pero no aplica cuando la parte agredida se comporta así como resultado de un acto de violencia intrafamiliar sufrido por parte de su pareja. La razón es simple: es estúpido que te maltraten y aún así tengas que seguirte comportando con la pareja agresora con romanticismo y complacencia, como si nada hubiera pasado. Aún así, no se debe permitir que avance esta situación en el hogar y el divorcio debe ser gestionado con prontitud porque a menos que se resuelva de forma y de fondo el problema, al trato indiferente y frío siempre le sigue un acto de agresión directa. 

* Toda forma de chantaje, manipulación, abuso o violencia sexual dentro del matrimonio, es también causal de divorcio. El rabino ortodoxo Haim HaLevy Donin, en su libro El Ser Judío, enseña: “Utilizar el acto conyugal como un arma contra su propio compañero, como un medio de castigarle, o como un medio para lograr sus propósitos en otros asuntos, es una ofensa muy seria en las relaciones entre marido y mujer”. Para el Judaísmo Liberal e Independiente no todo se vale, ni en el amor ni en la guerra!

* Por descuido de los deberes propios del hogar (a menos que se trate de una pareja con buena capacidad económica que les permita contratar empleados domésticos, el deber de lavar, planchar, cocinar, barrer y atender a los hijos, ya no es exclusivo de la mujer; igualmente el deber de trabajar para pagar las cuentas del hogar y hacer las compras, ya no es exclusivo del varón. Contrario al la postura judía ortodoxa, en el Judaísmo Liberal e Independiente sostenemos la idea de que marido y esposa deben colaborar y apoyarse mutuamente - incluso financieramente - para garantizar la armonía y sostenimiento del hogar; es injusto e inmoral que uno de los cónyuges tenga que cargar con todo!).

* Si pasaron 10 años de casados y no tuvieron hijos (Mishná, Guitín 4:8).

* Por enfermedad mental o trastornos psicológicos que afecten gravemente la shalom bayit (paz del hogar); también por enfermedad contagiosa no-curable, y por contraer alguna enfermedad venérea (pues ello es evidencia médica de haber incurrido en adulterio).

* Cuando uno de los cónyuges le prohíbe al otro ir a visitar a sus padres y/o quedarse con ellos por algunos días, porque se estaría obligando a la parte afectada a transgredir la mitzvá de honrar a los padres. 

* Por solicitud expresa y tajante de cualquiera de los cónyuges (Guitín 90b). En mérito del principio Judío Liberal de la libertad como valor supremo, está prohibido obligar a quien manifiesta el deseo de divorciarse, a mantenerse casado con su cónyuge si no quiere seguir viviendo con él/ella, y si su decisión de divorcio es consciente, fundamentada, deliberada e irreversible, pues está escrito: “'El que aborrece a su mujer, que la divorcie', ha dicho el Señor Dios de Israel, 'y al que cubre la violencia bajo su vestimenta.' El Señor de los Ejércitos ha dicho: 'Guardad, pues, vuestro espíritu y no cometáis traición'” (Malaji/Malaquías 2,16). 

* La Mishná dice, en nombre de Rabí Akiva, que también puede considerarse causal de divorcio que alguno de los contrayentes se haya enamorado de otra persona, ya que está escrito en la Torá: "si no encuentra gracia a sus ojos" (Mishná, Guitín 9:10).

Y lo más importante: la decisión de divorciarse no debe ser apresurada, sino que debe ser siempre el resultado de un proceso serio de reflexión y de toma de conciencia de todas las consecuencias que acarrea un divorcio, pues el Talmud advierte en nombre de Rabí Iojanán: "quien se divorcia a la ligera, es una persona detestable" (Mishná, Guitín 7:1; B. Yebamót 37b; Eben HaEzer 119:3)


Cuando Yo Digo "No!", Es "No!". No Insistas.


La libertad jamás puede ser negociada en un matrimonio. Mucha gente suele obligar a nuestra gente a permanecer casada con quien ya no quiere, bien sea por razones religiosas ajenas al Judaísmo ("lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre", o "el matrimonio es una alianza eterna, irrompible", o "el divorcio no agrada a Dios, es obra del diablo"), o por razones que se disfrazan de caridad ("no te divorcies, hazlo por tus hijos! ellos no soportarían verlos a ustedes separados", o "así no la ames, sigan casados porque ella no tiene a nadie más en la vida"); esos argumentos sobre un matrimonio judío son ofensivos y atrevidos, porque reproducen modelos faraónicos de opresión y sometimiento contrarios a la justicia social judía. 


Así que entiéndelo de una buena vez: si ya no te quiere, no te quiere! Déjale ir!

Está prohibido convencer a la parte agredida a que se reconcilie con el cónyuge agresor cuando ha habido una situación de violencia intrafamiliar, de manipulación, abuso o violencia sexual. La psicología criminalística ha demostrado que, quien agrede por primera vez a su pareja, con toda seguridad lo volverá a hacer, así que no existe garantía alguna de no-repetición. La promesa entre lágrimas y de rodillas de "nunca más lo volveré a hacer, perdóname! pero no te vayas!"... ES MENTIRA! ES FALSO! Miles de mujeres y algunos varones les asesinaron sus propias parejas, esas mismas que les hicieron en el pasado este juramento para sabotear el divorcio. Las abundantes estadísticas de violencia intrafamiliar en toda América Latina nos lo demuestran, así que no es un asunto que merezca ser discutido. No puedes ni debes obligar a la parte agredida a que siga durmiendo con el enemigo!

También está prohibido invocar cualquier causal para sabotear el divorcio y pretender que el matrimonio siga contra la voluntad de quien desea divorciarse, e incluso comportarse obstinadamente. La costumbre de muchos varones judíos – especialmente en Medinat Israel – de negarle el divorcio a sus esposas y ponerlas en una humillante situación de agunót (encadenadas o ancladas, sin posibilidad alguna de volverse a casar con otro hombre), es un acto de crueldad y conlleva a que estos sujetos no puedan seguir siendo considerados judíos, porque “existen razones suficientes para dudar de las credenciales de judío de una persona cruel” (Isuréj Biá 19:17).

Cómo se Oficializa un Divorcio en el Judaísmo Liberal e Independiente?

La Halajá dice que un matrimonio judío sólo puede ser reconocido como tal si cumple con tres condiciones: a) que la esposa reciba un anillo propiedad del esposo, b) que tengan Ketubá o Contrato de Matrimonio, y c) que el esposo lleve a vivir a su esposa a su casa.

Hoy día, por las múltiples y complejas situaciones, esta halajá debe ser entendida de la siguiente manera: a) que los esposos tengan anillos nupciales, b) que vivan juntos bajo el mismo techo, y c) que tengan una Ketubá. Si faltasen estas condiciones o una de ellas, ese matrimonio no puede ser considerado un matrimonio halájico, es decir, legal conforme la Ley Judía.

Por lo tanto, y ya que un matrimonio celebrado según la costumbre de Am Israel sólo puede ser disuelto según la costumbre de Am Israel, hay que seguir los siguientes pasos para gestionar un divorcio según la tradición Liberal e Independiente, así:

1. Una de las partes debe manifestarle verbalmente o por escrito a la otra, su deseo de dar por terminado el matrimonio, y exponer las causas que le llevan a tomar esta determinación. Sin este paso, no se puede avanzar a los siguientes. Hay que notificar a la pareja de la decisión. 

2. Las partes deben despojarse de sus respectivas argollas matrimoniales. Una vez notificada la pareja, no se deben seguir usando más las argollas. Hacerlo es aferrarse obsesivamente a una falsa ilusión. Ni siquiera se deben seguir usando las argollas nupciales para guardar las apariencias ante la sociedad, para evadir el "qué dirán los demás?". 

3. La Ketubá debe romperse, destruirse. Si no se hace esto, el matrimonio seguirá estando halájicamente vigente, y seguirán casados conforme la Ley Judía, así no usen las argollas nupciales. 

4. Sólo la parte que es, ante la ley civil, propietaria legal y plenipotenciaria de la vivienda, es quien debe quedarse; la otra parte debe abandonar la vivienda a la mayor brevedad posible. Cuando la vivienda está a nombre de los dos (que por lo general aparece como “vivienda de patrimonio familiar”), se recomienda que la parte agresora abandone la vivienda en aras de la paz, mientras se resuelve la repartición de bienes ante una corte civil. En caso de que se esté pagando la renta de una vivienda, ambas partes deben abandonarla cuanto antes y tomar rumbos diferentes.

Una vez estas cuatro condiciones se han dado, el matrimonio está halájicamente disuelto. Ya no existe matrimonio judío, están legalmente divorciados ante la Ley Judía y ya son libres para que rehagan sus vidas con otra persona de su libre elección.

Después del Divorcio Halájico, Cómo se Resuelve el Divorcio Civil?




Una vez efectuado el divorcio halájico, no hay obligaciones financieras del uno hacia el otro siempre y cuando las partes no sean adultos mayores, no tengan hijos, o el cónyuge no se encuentren en condición grave de discapacidad física.

Está prohibido chantajear al divorciado con la vigencia del matrimonio civil, para evitar que se separe y/o se case luego con otra persona. Si bien el matrimonio civil reconoce derechos y deberes de los cónyuges, por principios universales del Derecho Internacional de los Derechos Humanos las obligaciones conyugales cesan automáticamente cuando se ha efectuado de hecho la separación de cuerpos. Ningún Estado puede obligar a nadie a permanecer civilmente casado si ha decidido, en uso de su libertad de conciencia e invocando el libre desarrollo de su personalidad, dar por terminado el matrimonio. Quienes deciden cuándo se acaba la sociedad conyugal son los cónyuges, no el Estado. El Estado a través de las cortes, sólo puede servir de árbitro en el caso de repartición de bienes y de responsabilidades sobre los hijos. Pero es una grave violación a los Derechos Humanos que un juez impida a cualquiera acceder al derecho de divorcio cuando se han presentado los argumentos para ello. 


Está prohibido exigir una cuota de dinero para sostenimiento post-divorcio mientras se goce de capacidades físicas, intelectuales, profesionales y mentales para ganarse el pan con el sudor de la propia frente; exigir sin justificación grave alguna una cuota de sostenimiento, es someter al otro a servidumbre y se cuenta como un acto de tiranía, pues es una grave transgresión a la Torá: “no actuarás con tu hermano [israelita] con tiranía, sino que temerás a tu Dios” (Vayikrá/Levítico 25,43).  

Todo lo que queda por hacer, es negociar ante una corte civil la repartición de los bienes y la repartición de las responsabilidades sobre los hijos. Si no hay bienes ni hijos, se deben agotar todas las instancias para que el divorcio civil se lleve a cabo de mutuo acuerdo y lo más pronto posible; y en aras de la paz, evitar a toda costa llegar a un juicio de divorcio que, por demás, es altamente costoso, demorado, humillante y agotador para ambas partes.

Con respecto de los hijos, el asunto no está en discusión: la Ley Judía obliga a velar por su bienestar integral se esté o no casado, ya que uno tiene ex - esposa o ex - marido según corresponda… pero uno jamás tiene ex – hijos! Así que es obligación halájica y moral de todo judío seguir rodeando a los hijos de todo el amor, cuidados, orientación y ayuda necesarios, aunque vivan con la ex - pareja y se acuerde un cronograma de visitas o salidas parentales. 

Y lo más importante: los hijos jamás deben ser involucrados en los problemas de sus padres, por lo que se debe evitar hablarles mal de la mamá o del papá de ellos. Es una grave transgresión a la Torá sembrar cizaña en los corazones de nuestras niñas y niños contra quienes les dieron la vida!

A.E. Kitóv, autor del libro The Jew and His Home (El Judío y su Hogar), escribió a manera de conclusión: “Entonces, la ley del divorcio está dada para la tranquilidad de la persona y la unidad de la familia. Aquellos que se divorcian cuando es necesario, traen el bien sobre ellos, no el mal”.

Tan grande es la paz, que Dios estableció para Am Israel la ley del divorcio, con el fin de poner paz entre el varón y la mujer.

Está Permitido que los Divorciados se Vuelvan a Casar?


En el Judaísmo, contrario a otras religiones, no condenamos a la soledad ni al aislamiento social a los divorciados. Nosotros no creemos que la ceremonia matrimonial sea un sello que ligue para toda la eternidad o hasta la muerte a una pareja. En el Judaísmo se reconoce que el matrimonio es sagrado si hay amor, respeto, cariño y solidaridad; sin esas cuatro cualidades, todo matrimonio está condenado irremediablemente al fracaso.

Un judío célibe o solterón, es sencillamente impensable! En el Judaísmo rechazamos la postura que condena a los divorciados a vivir el resto de sus vidas en soledad, y rechazamos también la idea de que volverse a casar sea incurrir en adulterio; eso no tiene fundamento alguno en la Torá! La Ley Judía no sólo permite que los divorciados rehagan sus vidas al lado de otra pareja y se vuelvan a dar la oportunidad de ser – ojalá esta vez sí sea! – felices… sino que además lo aconsejamos!

Podríamos decir que, para el caso de los divorciados, casarse de nuevo es una mitzvá, porque la Torá dice: “lo tov heyót haAdám l’badó” (no es bueno que el ser humano permanezca solo; Bereshít/Génesis 2,18). La Ley Judía rechaza la postura de quienes recomiendan “tomarse un tiempo en soledad” o “quedarse solas y solos para siempre” si ese no es el deseo del divorciado.

Nadie tiene por qué prohibirte que salgas con quien quieras, si ya no tienes ninguna responsabilidad conyugal ante la Ley Judía. Nadie tiene autoridad alguna para determinar el tiempo que tú debes permanecer sola/solo. Tú, en tu fuero interno, decides cuánto tiempo deseas estar en soledad, cuándo dar por terminado ese tiempo de “retiro” y cuándo es el momento ideal para volverte a enamorar y buscar una nueva pareja, con la esperanza de que, esta vez, sí sea el amor de tu vida y para toda la vida.

Y el Talmud insiste al respecto:

“Dios espera con impaciencia que el hombre se case” (Kidushin 29b);

“Quien no se casa, vive sin bendición, sin bondad… sin paz” (Yebamot 62b);

“Quien no se casa, está en constante pecado y Dios le abandona” (Kidushin 29b, Pesajim 13a).

“Ningún hombre sin esposa, ni una mujer sin esposo, y ninguno de los dos sin Dios” (Bereshit Raba 8:9).

Que con la ayuda de Dios, los divorciados de Am Israel puedan volver a sonreír, puedan volver a vivir, puedan volverse a enamorar; que esta vez sean verdaderamente amados, respetados, valorados y apoyados como nunca; y que esta vez sí puedan fundar hogares plenamente felices, y puedan ver la bendición de HaShem en sus hijos y en los hijos de sus hijos. Amén!

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